Revelan identidad de los restos humanos hallados junto a casa de Gustavo Cerati


Una obra en el barrio porteño de Coghlan destapó, por accidente, un misterio que llevaba más de cuatro décadas oculto. El 20 de mayo pasado, obreros que trabajaban en una propiedad de la avenida Congreso al 3700 (donde vivió el músico Gustavo Cerati), encontraron restos humanos mientras excavaban cerca de una medianera.

El hallazgo activó una investigación que finalmente permitió identificar a la víctima: Diego Fernández Lima, un adolescente de 16 años desaparecido en 1984. La noticia fue confirmada esta semana por fuentes judiciales y científicas, tras una labor meticulosa del Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF) y la Policía de la Ciudad.

Los sobres del misterio

La escena fue preservada por los peritos del Gabinete Científico de la Policía, quienes recolectaron las evidencias en seis sobres bajo estricta cadena de custodia. Lo que encontraron fue clave para reconstruir la historia.

Los sobres N.º 1, 2, 3 y 5 contenían 151 fragmentos óseos humanos, entre ellos partes de fémur, tibia, calota (cráneo), costillas, hueso sacro, mandíbula, escápula y clavícula, además de piezas dentales aisladas. En el sobre N.º 4 se guardó una media con restos óseos. Mientras que el sobre N.º 6 se colocó un fragmento de tela, restos de calzado, una llave, un llavero naranja, un fragmento de reloj con la inscripción “Casio”, una etiqueta de prenda de vestir y un dije metálico con inscripciones en un idioma oriental (posiblemente chino o japonés, aún en estudio).

El hallazgo del reloj ayudó a ubicar temporalmente el hecho entre los años 80 y 90.

El fiscal Martín López Perrando solicitó la intervención del EAAF. El análisis de los huesos permitió identificar que los restos pertenecían a un varón joven de entre 15 y 19 años y reveló detalles clave sobre su muerte.

Los forenses detectaron una herida cortopunzante en la zona de las costillas y cortes en el fémur izquierdo, lo que indica que el adolescente sufrió violencia antes de morir o bien fue manipulado luego de fallecer.

A partir de los restos, los científicos extrajeron ADN, pero durante semanas no había con qué compararlo. El giro en la investigación llegó cuando un hombre relacionó el caso con la desaparición de su tío en 1984, en el barrio de Belgrano. La familia se contactó con los investigadores y la madre del adolescente accedió a entregar una muestra genética. El resultado fue concluyente: se trataba de Diego, su hijo.

Cierre de una historia y apertura de otra

La inspección finalizó a las 20:20 del mismo día, tras la recolección, documentación y embalaje de todas las pruebas. Ahora, con la identidad confirmada, el caso cambia de rumbo: de la búsqueda de una identidad, a la investigación de un posible homicidio.

Aunque pasaron más de 40 años, la ciencia, el compromiso familiar y la perseverancia forense lograron romper el silencio de una tumba clandestina. La justicia ahora tiene la tarea de descubrir qué ocurrió con Diego y quién fue responsable de su muerte.

Las pericias iniciales concluyeron ese mismo día, a las 20:20, tras completar la inspección ocular, el relevamiento fotográfico, el examen médico legal y la recolección de pruebas. Todo el procedimiento quedó registrado y bajo custodia judicial.

Ahora, con la identidad confirmada, el expediente se enfoca en determinar quién fue responsable de la muerte de Diego y por qué su cuerpo permaneció oculto durante tanto tiempo.

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