Reentrenarse para no desaparecer: la fórmula entre habilidades digitales y humanas que salva empleos


La revolución digital ha trastocado los cimientos de la educación y el mundo laboral. La automatización, la inteligencia artificial, la ciencia de datos y otras tecnologías emergentes no solo están reemplazando oficios tradicionales, sino también exigiendo nuevos tipos de conocimiento y una mentalidad radicalmente distinta. 

En este contexto, adaptarse ya no es una opción: es una necesidad urgente. La reconversión laboral y la formación continua, conocidas como reskilling y upskilling, se convierten en herramientas esenciales para mantener la empleabilidad en una economía en constante transformación. Pero el conocimiento técnico por sí solo ya no basta: habilidades como la creatividad, el pensamiento crítico y la adaptabilidad están cobrando un protagonismo inesperado.

“Estas habilidades blandas o competencias poderosas, como prefiero llamarlas, son las verdaderas habilidades duras del siglo XXI. Nos permiten desaprender para volver a aprender, encontrar soluciones nuevas y adaptarnos a entornos inciertos. La tecnología avanza, pero es el ser humano el que debe mantenerse vigente”, reflexionó Luz Vanzulli, directora ejecutiva LATAM Sur de la Vicerrectoría de Educación Continua del Tecnológico de Monterrey, durante su presentación en el Foro Internacional de Innovación Educativa (FIIE) Unifranz 2025.

Vanzulli fue una de las voces destacadas en el FIIE Unifranz 2025, evento que reunió en Bolivia a líderes educativos, académicos y especialistas de América Latina para debatir el rumbo de la educación frente a los desafíos del siglo XXI. Su ponencia, titulada “Competencias digitales y el futuro del trabajo para la educación del Siglo XXI”, abordó con claridad cómo el ecosistema educativo debe transformarse para estar a la altura de un mundo en plena disrupción tecnológica.

A lo largo de su intervención, Vanzulli insistió en que el enfoque de la educación ya no puede ser lineal ni estático. 

“Hoy nadie puede decir que estudió un pregrado y con eso basta. Uno estudia un pregrado, pero luego suma competencias y subcompetencias a lo largo de su vida. El aprendizaje es continuo y debe ser flexible”, sostuvo. 

Esa flexibilidad, añadió, no puede limitarse a los contenidos técnicos, sino que debe integrar habilidades humanas que fortalezcan la capacidad de adaptación frente a los cambios.

La directora del Tecnológico de Monterrey subrayó que estamos viviendo una “transformación global sin precedentes”, donde la digitalización ha alterado no sólo la forma en que trabajamos, sino también cómo aprendemos y nos relacionamos. 

Según estimaciones que citó, cerca del 50% de los empleados necesitarán recapacitación antes del 2027. Y esa recapacitación debe estar en sintonía con las demandas reales del entorno: “La educación tiene que conversar con la empresa, con la sociedad civil, con las políticas públicas. No puede seguir siendo un sistema cerrado, desfasado del mercado laboral”, afirmó.

También cuestionó el rezago de muchas universidades y centros de formación técnica, que continúan formando profesionales con currículos que no responden a las exigencias del presente. 

“El sistema va quedando atrás. Sale gente con formación a medias, que luego debe volver al sistema de educación continua para incorporar competencias que debieron estar desde el inicio”, advirtió. 

Para ella, una de las soluciones más eficaces ha sido el impulso de programas formativos flexibles como las microcredenciales, los bootcamps y los modelos duales que combinan teoría con práctica en entornos reales.

Durante su exposición, Vanzulli compartió ejemplos concretos como el programa “Talento Digital para Chile”, que permitió reconvertir laboralmente a miles de personas —desde peluqueras hasta profesores de educación física— en perfiles altamente demandados como desarrolladores de software o analistas de datos. En todos los casos, el aprendizaje técnico fue acompañado de una formación en habilidades transversales. 

“No basta con saber programar. Hay que poder comunicar, adaptarse, pensar críticamente. Las máquinas ejecutan, pero los humanos decidimos”, explicó.

Asimismo, enfatizó la importancia del cuidado personal y el bienestar emocional en estos procesos de aprendizaje acelerado. 

“Nuestro cerebro no deja de trabajar. Procesa y procesa. Pero también necesitamos abrir las emociones, escucharnos, encontrar respuestas internas. La autoexigencia y el estrés están presentes, por eso debemos incorporar también el cuidado de uno mismo como parte de la educación”, señaló.

La inclusión digital, otro de los ejes de su ponencia, fue abordada desde una mirada ética y territorial. Luz Vanzulli alertó sobre la persistente brecha de acceso a internet, a dispositivos tecnológicos y a formación digital en varios países de América Latina. Esta desigualdad no solo está marcada por el nivel socioeconómico, sino también por género, edad y ubicación geográfica. “Hay mucha gente que se está quedando afuera. 

Si estuviera mi madre en el hotel donde me hospedé, no podría haber usado el sistema digital para preguntar a qué hora servían el desayuno. Eso me hizo pensar: ¿esto es inclusión o exclusión?”, relató.

La educación del siglo XXI, sostuvo, debe ser una plataforma de transformación personal y social. Y para lograrlo, necesita incorporar competencias digitales con un enfoque ético, contextualizado, ambientalmente responsable y emocionalmente consciente. “La educación no es solo para formar trabajadores. Es para formar personas íntegras, colaborativas, que puedan florecer en cualquier entorno. Ese debe ser el propósito”, concluyó.

La participación de Luz Vanzulli en el FIIE Unifranz 2025 fue una invitación a repensar el papel de la educación en un mundo donde la inteligencia artificial, el machine learning o la automatización ya no son futurismo, sino presente. Pero también fue una llamada de atención: en medio de tanta tecnología, no debemos olvidar lo humano. Porque la reconversión laboral sin alma —sin propósito, sin creatividad, sin pensamiento crítico— puede generar trabajadores funcionales, pero no ciudadanos plenos. Y es allí donde la educación, como ella afirmó, tiene su mayor desafío y su más noble misión.

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