A sus 32 años, Katherine Castro parecía tener todo bajo control: un trabajo estable, amigos cercanos y una vida organizada. Sin embargo, tras esa imagen de normalidad se ocultaba una lucha constante. Cada día, su mente se llenaba de preocupaciones difíciles de silenciar: errores laborales imaginarios, enfermedades inexistentes, peligros que nunca llegaban.
Estas preocupaciones no eran simples momentos de estrés, sino manifestaciones persistentes y abrumadoras de un trastorno silencioso que afecta a millones: el Trastorno de Ansiedad Generalizada (TAG).
“Las personas con TAG tienen dificultad para controlarse. Generalmente trabajamos de manera interdisciplinaria con médicos, neurólogos, psiquiatras y fisioterapeutas para abordar de manera integral el trastorno”, explica Tatiana Montoya, psicoterapeuta familiar y docente de Psicología en la Universidad Franz Tamayo, Unifranz.
El Trastorno de Ansiedad Generalizada es una condición de salud mental caracterizada por una preocupación excesiva y persistente sobre múltiples aspectos de la vida, incluso en ausencia de razones objetivas. Para personas como Katherine, los pensamientos no solo abruman la mente, sino que se manifiestan en el cuerpo: insomnio, tensión muscular, fatiga constante y dificultad para concentrarse.
Durante años, Katherine intentó enfrentarlo sola, convenciéndose de que solo necesitaba “relajarse”. Pero la ansiedad no desaparece por voluntad. Finalmente, al buscar ayuda profesional, comprendió que, con las herramientas adecuadas y acompañamiento terapéutico, era posible recuperar el control.
Montoya destaca que el TAG puede tener raíces en experiencias traumáticas, historia familiar, o incluso rasgos de personalidad que predisponen a una mayor sensibilidad emocional.
“Estas personas no se sienten protegidas y hacen todo lo posible por evitar nuevos sucesos”, señala.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), este trastorno afecta aproximadamente al 3% de la población mundial y se asocia a un mayor riesgo de desarrollar otras enfermedades, además de contribuir a lesiones no intencionales e intencionales.
Suele aparecer en la adolescencia
El TAG suele aparecer en la infancia o adolescencia, aunque puede manifestarse a cualquier edad. Es más común en mujeres y tiende a tener un curso crónico si no se interviene adecuadamente.
La sintomatología es variada: sensación constante de peligro, pensamientos catastróficos, irritabilidad, alteraciones en el sueño, problemas gastrointestinales y retraimiento social. Estas manifestaciones interfieren seriamente en la calidad de vida, reduciendo la capacidad de las personas para desenvolverse en ámbitos personales, laborales y sociales.
Tratamientos innovadores: una nueva esperanza
Aunque los tratamientos tradicionales, como la terapia cognitivo-conductual y la medicación ansiolítica, siguen siendo pilares fundamentales, en los últimos años han surgido nuevas estrategias que ofrecen esperanza a pacientes que no han respondido favorablemente a las opciones convencionales.
Entre los avances más prometedores se encuentra la estimulación magnética transcraneal (EMT), una técnica que utiliza pulsos magnéticos para modular la actividad cerebral en áreas vinculadas a la ansiedad. Esta terapia ha mostrado resultados alentadores, especialmente en personas con TAG resistente a otros tratamientos. Asimismo, la realidad virtual terapéutica permite a los pacientes enfrentar situaciones que les generan ansiedad en entornos seguros y controlados, favoreciendo la exposición progresiva y el fortalecimiento emocional.
También han cobrado relevancia enfoques más personalizados, como la farmacogenómica, que estudia el perfil genético del paciente para determinar qué medicamentos serán más eficaces y con menos efectos secundarios. Este tipo de medicina de precisión representa una nueva era en el abordaje de la salud mental.
En el ámbito de las terapias naturales, algunas plantas como la kava y la lavanda han mostrado efectos positivos en la reducción de la ansiedad. Aunque se necesitan más estudios para validar su efectividad a largo plazo, estas alternativas reflejan el interés por tratamientos menos invasivos y con menores efectos colaterales.
Montoya subraya la importancia de combinar enfoques terapéuticos. “Tenemos que quitar intensidad a los pensamientos catastróficos. Es importante que la persona tenga ocupaciones, proyectos de vida y herramientas para cambiar sus pensamientos por otros más útiles y sobre los cuales tenga control”.
Un camino hacia la recuperación
Katherine sabe que el camino hacia la recuperación no sea sencillo; sin embargo, es posible vivir con el TAG de forma plena y consciente. El acompañamiento profesional, la educación emocional, y los nuevos tratamientos permiten a quienes padecen TAG reencontrarse con su bienestar. La clave, coinciden expertos y pacientes, está en reconocer el trastorno y buscar apoyo antes de que la ansiedad desborde la vida.
A medida que la ciencia avanza y los tratamientos se diversifican, también se expande la esperanza. Hoy, más personas acceden a un diagnóstico temprano, a terapias más efectivas y a una comprensión social más profunda sobre lo que significa vivir con ansiedad.
En este contexto, el TAG deja de ser una condena silenciosa para convertirse en un desafío abordable, donde el futuro no se ve como una amenaza, sino como una oportunidad de vivir mejor.