Según su biógrafo, nunca le gustó hacerse retratar de frente, sino de costado o de perfil. A diferencia de la mayoría de los jefes de Estado, prefería ser visto de lado. Uno de sus más célebres retratos nos lo muestra precisamente de perfil y con la mirada perdida en el vacío. No obstante, Alfonso Crespo Rodas hace un notable esfuerzo para presentárnoslo bien de frente a nosotros, como para que apreciemos con claridad todos sus rasgos, todas sus facciones, y entreveamos sus intenciones o su espíritu. El retrato de Hernando Siles Reyes hecho por Crespo es de una alta sugestión, como para que comprendamos el porqué de las acciones de los hombres notables como Siles, pero es además un cuadro de la época, un fresco general de aquellas primeras décadas del siglo XX, cuando Bolivia seguía tratando de organizarse como nación y de hallar respuestas a sus más graves contradicciones heredadas de la colonia.
Con pluma de novelista, como ya lo había hecho en Santa Cruz: El cóndor indio, aquel gran retrato biográfico del Mariscal de Zepita que publicó nada menos que el Fondo de Cultura Económica en 1944, Alfonso Crespo dibuja, con herramientas de biógrafo e historiador, el retrato de una época y una vida. Hernando Siles: El poder y su angustia, publicado en 1985, es la crónica de una intensa y por demás accidentada historia, tanto pública (la de Bolivia) como privada (la del propio Siles). Buena biografía, otorga datos interesantísimos sobre la vida del biografiado y su genealogía, más me atrevería a decir que también vale como un ensayo de interpretación sociológica, ya que describe las características de los partidos políticos, de los candidatos y periodistas y de las clases altas y señoriales de esas décadas intensas.
¿Cómo un notable abogado chuquisaqueño, que ganó la simpatía y confianza de muchos de sus clientes y se proyecta como un indoblegable hombre de ley, puede, primero, ceder a las manipulaciones de un político como Bautista Saavedra para que sea candidato presidencial a cambio de que agache la cerviz a sus caprichos; segundo, no indultar al supuesto asesino de José Manuel Pando, el joven Alfredo Jáuregui; y, tercero, querer prorrogarse en el poder? Son algunas de las preguntas a las que, a medida en que va narrando la historia, Crespo intenta responder. Pero, como sucede en toda vida, hay muchas acciones realizadas por el biografiado que quedan para siempre inexplicables, prestas solamente a la siempre imprecisa especulación.
Especialmente valiosa es la parte donde Crespo relata los hechos referidos a la temprana juventud de Siles. Un niño amigo del expresidente Narciso Campero y después un jovencito que pierde a su padre siendo muy joven y a un hermanastro en la guerra del Acre, y debe trabajar para ayudar a su madre, Remedios Reyes, y a sus hermanitos (“papá Hernando” le dirán estos como resultado de la ausencia del progenitor), es el hombre que se decidirá por la carrera de Derecho en San Francisco Xavier y después, ya maduro, se distinguirá por su destreza e ilustración en aquel oficio y campo del saber humano. “Vive siempre al día, con decoro y modestia, en casas o departamentos alquilados, uno de ellos frente al actual Correo de La Paz, en la calle Ayacucho, donde comparte dos habitaciones con su madre. Sólo a partir de 1923, año de su matrimonio, goza de holgura al ocupar la casa de su suegra, en la plaza Venezuela”, comenta Crespo. Su destacada performance como abogado y su notable versación como jurisconsulto le llevan, finalmente, al rectorado de la Universidad San Francisco Xavier, su alma mater. Allí adquirirá experiencia no sólo como docente, sino también como gestor de la educación. Sabe que el ambiente político, dominado por los liberales, no está todavía maduro para su incursión política, la cual ambiciona desde hace tiempo.
El subtítulo del libro (El poder y su angustia) cobra sentido pleno hacia la segunda parte de la obra, cuando se comienzan a sentir en la vida de Siles los sinsabores de la política y el poder; la política criolla, ese campo de arenas deleznables y a veces de lodo inmundo, no es escenario favorable para un hombre de leyes que no gusta del discurso populachero, sino del razonamiento y el diálogo. El problema en el Chaco y la tensión originada por sus ambiciones de prórroga en el poder lo llevan a un estado anímico sombrío; dice Crespo: “Aunque en apariencia dueño de sus actos, atraviesa un estado de gran desasosiego interior. Sus colaboradores advierten que ha aumentado su palidez, que camina más a prisa y que se ha acentuado su viejo tic nervioso en el hombro. Son los únicos signos de su angustia”. El precio del poder es la angustia, y Siles lo termina de pagar recién cuando, en el exilio de Chile, vive pobremente otra vez; Luis Adolfo, su hijo, refirió que alguna vez, en un cumpleaños, su papá sólo pudo regalarle “una cabeza de plátanos” y que luego tuvo que vender “su abrigo y otros objetos, pues no disponía de otros recursos”.
Leyendo esta biografía uno nota cómo, por ejemplo, los acontecimientos que ocasionaron la caída de los liberales en 1920 y la del propio Siles diez años después, en 1930, pueden ser, en muchos sentidos, análogos a los que ocasionaron, casi un siglo después, la caída de Morales en noviembre de 2019. En los tres acontecimientos lo que hubo fue, más allá de las ambiciones personales de ciertos líderes y grupos que siempre aprovechan circunstancias para su beneficio propio, un descontento generalizado debido al autoritarismo del gobierno y las señales que este daba de querer permanecer en el poder.
El trabajo de investigación de Crespo es notable. Para la elaboración del mismo, revisó varios textos de la historiografía boliviana clásica, pero además consultó el Archivo del Ministerio de RREE, el Archivo Nacional de Sucre, el Archivo de la UMSA, la correspondencia de Siles, memorias presidenciales y diarios y documentos varios de la época. Con ello, logra un relato novedoso que aporta con datos importantes al acervo cultural e historiográfico boliviano. No cita el material consultado (lo cual hubiera sido deseable), sino sólo lo referencia en las páginas finales; sin embargo, la obra gana mucho en intensidad narrativa, en manejo del material consultado y en la organización de la información en cada uno de sus capítulos. En definitiva, Hernando Siles: El poder y su angustia, a 40 años de haberse publicado por primera vez, es un documento, además de instructivo, sugerente y provocador, porque el lector puede hallar en él ciertas corrientes de la historia que parecen haberse reactivado debido al autoritarismo del actual régimen que ya va casi dos décadas en el poder. Un libro, en suma, que debería ser leído no sólo por especialistas en el tema, sino por todo buen ciudadano que desee entender mejor Bolivia.