“Mamá, mamá, mamá…” repite una y otra vez un niño de cinco años mientras camina por la sala. Su madre lo mira con ternura y cierta preocupación: no sabe si ese eco constante es solo un juego infantil o un signo de que algo no anda bien en su desarrollo del lenguaje. Esa escena, cotidiana en muchos hogares, refleja lo que la psicología y la logopedia conocen como ecolalia, un fenómeno que genera dudas, miedos y, sobre todo, desafíos en la comunicación y el aprendizaje.
La ecolalia se caracteriza por la repetición automática de palabras o frases previamente escuchadas, ya sea de forma inmediata o diferida, incluso horas o días después.
“No hablamos de un trastorno en sí mismo, sino de un síntoma que refleja cómo la persona procesa y utiliza el lenguaje”, explica Mónica Messa, docente de la carrera de Psicología de la Universidad Franz Tamayo, Unifranz.
¿Por qué aparece la ecolalia?
Las causas son diversas. Puede estar asociada al Trastorno del Espectro Autista (TEA), a dificultades específicas del lenguaje, retrasos madurativos o incluso a lesiones cerebrales. En adultos mayores, también se observa en cuadros de demencia o deterioro cognitivo avanzado.
Existen dos tipos principales de ecolalia. La ecolalia inmediata se manifiesta cuando la repetición ocurre de manera casi instantánea tras escuchar un estímulo verbal, mientras que la ecolalia diferida aparece después de un lapso de tiempo más prolongado, que puede ir desde horas hasta incluso días.
“Lejos de ser solo una conducta rígida, muchas veces la ecolalia cumple una función: ayuda a regular la ansiedad, iniciar una interacción o captar la atención del otro”, subraya Messa.
Tratamiento y acompañamiento
El abordaje nunca es aislado. Se integra en un plan de intervención en comunicación y lenguaje que combina terapia fonoaudiológica, estrategias conductuales y apoyos psicoeducativos.
La logopedia resulta fundamental, ya que enseña a reemplazar la repetición automática por expresiones más funcionales. También se aplican programas como el Análisis Conductual Aplicado (ABA), sistemas de Comunicación Aumentativa y Alternativa (CAA) y el modelado lingüístico.
Para Messa, el acompañamiento emocional es clave, ya que “la ecolalia no solo debe entenderse como una limitación, sino como un intento genuino de comunicación. Por eso, la intervención debe cuidar tanto la dimensión técnica como la afectiva”.
Relación con el espectro autista
Entre un 75 % y 85 % de los niños con TEA presentan algún nivel de ecolalia en su desarrollo. Sin embargo, su presencia no basta para confirmar un diagnóstico, pues también se encuentra en otros cuadros neurológicos.
En el caso del autismo, la ecolalia puede ser a la vez un signo de dificultad en la producción de discurso espontáneo y una estrategia para sostener contacto social. “Comprender ese eco como un puente hacia la comunicación nos permite acompañar de manera más respetuosa y eficaz”, puntualiza la docente.
Efectos en el lenguaje y el aprendizaje
El impacto puede ser ambivalente. Por un lado, limita la flexibilidad comunicativa y dificulta la construcción de diálogos fluidos. Por otro, puede convertirse en un recurso pedagógico para ampliar vocabulario y memoria verbal.
“Muchas veces, a partir de la repetición, los niños logran adquirir estructuras lingüísticas que luego transforman en expresiones significativas”, comenta Messa. El desafío está en guiar ese proceso para que el eco se convierta en comunicación auténtica.
En estos casos, el acompañamiento familiar es decisivo en el proceso terapéutico. Por ese motivo, los especialistas recomiendan:
- Validar la comunicación, entendiendo que la ecolalia es un intento de interactuar.
- Modelar frases claras y útiles, que el niño pueda repetir y aplicar en contextos reales.
- Incorporar rutinas cotidianas como momentos naturales de estimulación del lenguaje.
- Usar apoyos visuales y gestuales que refuercen la comprensión.
- Mantener la calma y la constancia, evitando frustraciones y transmitiendo seguridad.
La ecolalia, más que un obstáculo, es una invitación a mirar el lenguaje desde otras perspectivas. Requiere paciencia, comprensión y estrategias terapéuticas, pero también empatía para reconocer el valor de cada intento comunicativo.
“Cada eco encierra una intención de acercarse al otro. Cuando la familia y los profesionales logran escuchar esa intención, se abre el camino hacia una comunicación más plena y significativa”, concluye la docente de Psicología en Unifranz.