Un ecosistema universitario regional es la base para un futuro con saberes compartidos


En tiempos de transformación profunda, las universidades tienen un papel crucial como articuladoras del cambio. Pero para que su impacto sea verdaderamente significativo, no basta con el esfuerzo aislado. La apuesta está en construir un ecosistema universitario regional, donde el conocimiento se conecte, se comparta y se proyecte para responder a los desafíos locales con una visión global. 

Esta fue una de las ideas centrales que David Julien, secretario general de la Organización Universitaria Interamericana (OUI), compartió durante su participación en el VI Foro Internacional de Innovación Educativa (FIIE 2025), organizado recientemente por la Universidad Franz Tamayo, Unifranz, en Santa Cruz de la Sierra.

Para Julien, el verdadero poder de las universidades no radica solamente en su infraestructura o en sus rankings, sino en su capacidad de trabajar juntas, articular saberes y potenciar las buenas prácticas a través de una red continental. 

“Nuestra organización tiene miembros desde Canadá hasta la Patagonia. Eso nos da una mirada interamericana con desafíos distintos, pero también con oportunidades compartidas”, explica.

Enfocar en lo común para avanzar juntos

Uno de los grandes aportes de la OUI ha sido fomentar una red que, en lugar de fijarse en las diferencias entre países o regiones, apuesta por identificar los desafíos comunes. 

“Obviamente, hay parámetros distintos en cada país, incluso dentro de un mismo país. Lo que sucede en Santa Cruz es distinto de lo que sucede en La Paz o en Cochabamba. Pero si miramos más allá, Santa Cruz de Bolivia puede parecerse más a Mendoza en Argentina o a Santa Catarina en Brasil. A veces, compartimos más con ciudades de otros países que con la ciudad vecina”, reflexiona Julien.

Desde esta perspectiva, el desafío está en impulsar un trabajo colaborativo que fortalezca la calidad educativa, el acceso equitativo y la empleabilidad como ejes centrales del desarrollo regional. “Apostamos por lo que nos une para avanzar. Eso nos permite generar un ecosistema con impacto real”, remarca.

El conocimiento como herramienta de desarrollo sostenible

Julien es enfático al señalar que el enfoque actual no debe estar solo en el desarrollo, sino en el desarrollo sostenible, alineado con la Agenda 2030. Para ello, desde la OUI se han creado mecanismos concretos de apoyo, como fondos concursables de investigación por más de 100.000 dólares para universidades de la región. 

“No solo financiamos proyectos, también nos ocupamos de difundir los resultados para que otros puedan aprender de esas experiencias. Se trata de recuperar buenas prácticas y ponerlas a disposición de toda la comunidad universitaria”, destaca.

Esta filosofía de repatriar el conocimiento es esencial. La OUI cuenta con más de 400 universidades miembros en todo el continente. 

“Imagina lo que eso representa en términos de saber acumulado. Nuestra tarea es hacerlo circular. Que un investigador de Guanajuato pueda inspirar a otro en Sucre, que lo que se aprende en Brasil sobre regeneración de bosques tras incendios sirva también en Bolivia”, ejemplifica.

Internacionalización para responder a desafíos globales

Julien subrayó también la necesidad de integrar la dimensión internacional en la investigación universitaria. Para ello, la OUI incentiva la creación de consorcios entre universidades de diferentes países. 

“Cuando abrimos una convocatoria de investigación, una universidad que postula junto a otras de distintos países suma más puntos. Creemos que esa colaboración interregional enriquece el conocimiento y permite responder mejor a los desafíos contemporáneos, que ya no son solo de una facultad, sino de varias disciplinas e incluso de varias culturas”, dice.

Temas como el cambio climático, la transición energética o las enfermedades raras requieren miradas interdisciplinarias e interterritoriales. Por eso, Julien insiste en que el conocimiento tiene que cruzar fronteras. 
“Hoy investigar cuesta. Pero si unimos fuerzas con universidades de Paraguay, Chile, Ecuador o Argentina, podemos avanzar más rápido y con más impacto”, asegura.

Ciencia abierta: colaborar para acelerar el cambio

En este nuevo paradigma de colaboración académica, Julien destacó la importancia del modelo de open science o ciencia abierta.

“Antes, los investigadores escondían sus datos por temor a que se los roben. Hoy, comparten información en tiempo real porque entienden que la colaboración acelera los resultados. Un ejemplo claro es el desarrollo de la vacuna contra la COVID-19, que fue posible en tiempo récord gracias al intercambio de datos entre laboratorios de todo el mundo”, explica.

Este modelo colaborativo, según Julien, es aplicable a cualquier área del conocimiento, porque urge un ecosistema de educación superior que se alimente del intercambio constante, que priorice el bien común y que contribuya al desarrollo de nuestras sociedades.

“Un ecosistema universitario regional no solo nos permite crecer en el conocimiento, también nos permite crecer como sociedad. Apostar por él es apostar por nuestro futuro común”, puntualiza.

En este contexto, se vuelve urgente repensar el rol de la universidad, no como un ente aislado, sino como un nodo de una red interconectada, dinámica y solidaria. Si el conocimiento es compartido, su impacto se multiplica. Si las universidades se unen, las sociedades avanzan. Y, finalmente, si construimos juntos, podremos transformar nuestras realidades desde lo más poderoso que tenemos: la educación.

 

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