Empezó bien el Salzburgo, lo cual no tiene nada de extraño porque llueve sobre mojado, pero sí lo es que un equipo como el austríaco, claramente inferior, dominase al Madrid en el Bernabéu durante el primer cuarto de hora. Ya se sabe: el Madrid suele salir dormido o somnoliento y a veces lo paga caro. Le cuesta entrar en el partido, pero cuando lo hace ya pueden los rivales atarse los machos. De hecho, en poco más de diez minutos envió Rodrygo al Salzburgo a la lona con dos goles, o sea, lo dejó fuera de combate, k.o. que dicen en boxeo. Y al Madrid se le hizo la luz.
El partido se rompió definitivamente cuando una pillería de Mbappé acabó poniendo el 3-0 en el marcador y ahí sí que se acabó el partido. Se barruntaba una goleada, pero al Madrid no le gusta hacer sangre de los rivales, no se sabe por qué, ya que necesitaba cuantos más goles mejor con esta nueva fórmula de la Champions.
El tramo final lo aprovechó Vinicius para reivindicarse. No había tenido una noche muy allá que digamos, pero terminó con el Bernabéu haciéndole la ola gracias a dos goles soberbios, uno de ellos tras una gran jugada de Valverde, que tras los cambios estaba ya jugando por el centro. Tan clara estaba la victoria que Ancelotti dio entrada antes de lo que suele ser normal en él a jugadores poco habituales y a otro canterano, Jacobo Ramón, pero no a Fran García, pese a que el partido estaba claramente para él.
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