Latinoamérica y el desafío de reinventar sus universidades en la era tecnológica


El sistema educativo latinoamericano vive una transformación sin precedentes gracias a la tecnología. Las universidades, que durante décadas funcionaron con métodos tradicionales, enfrentan el reto de adaptarse a un entorno digital que evoluciona a pasos agigantados. Este cambio ha impulsado la inclusión, la innovación y la actualización constante de los programas académicos, pero también ha generado nuevos desafíos para docentes y gestores educativos.

Luis Riveros, presidente de la Red de Administradores Universitarios RAUI América y exrector de la Universidad de Chile, participó en el VI Foro Internacional de Innovación Educativa, FIIE Unifranz 2025, el evento más influyente y representativo de educación de Bolivia. En entrevista con Educación y Sociedad de EL DEBER, reflexionó sobre el impacto de la tecnología en las universidades de la región y sobre cómo estas instituciones deben reinventarse para seguir siendo relevantes.

Cambios profundos

Riveros no duda al describir el impacto de la digitalización en el ámbito universitario. “En general, el cambio ha sido del cielo a la tierra porque hoy día, especialmente después de la pandemia, hemos movido el foco de la universidad presencial hacia una universidad que realiza muchas de sus actividades a través de las redes”.

El uso de plataformas digitales, clases virtuales y herramientas tecnológicas ha permitido que miles de jóvenes accedan a la educación superior, incluso aquellos que antes no tenían posibilidades. 

“Eso ha permitido integrar a poblaciones que antes no tenían esperanzas de llegar a la universidad. Hoy, gracias a la tecnología, existen programas que hacen posible ese acceso”, señala.

Una universidad más inclusiva y con nuevos objetivos

El presidente de la RAUI América, quien durante el FIIE Unifranz 2025 presentó la ponencia “Internacionalización y cooperación académica en redes de educación superior”, destaca que las universidades latinoamericanas han tenido que rediseñar su misión académica.

“La universidad ha ido cambiando su configuración y también sus objetivos, porque naturalmente la universidad del pasado hacía mucha menos investigación en materia tecnológica que la que hace hoy. Ahora tenemos que ponernos al día y generar una red de conocimiento que nos permita crear nuevos programas y resultados”, explica.

Sin embargo, advierte que este proceso requiere inversión. “Estos desarrollos necesitan recursos muy importantes, especialmente en áreas como medicina, biotecnología o nuevas tecnologías comunicacionales. No rinden hoy, sino en el futuro, por lo que debemos evaluarlos como inversiones de largo plazo”, afirma Riveros.

Currículos que cambian al ritmo de la tecnología

La rápida obsolescencia de ciertas carreras y la irrupción de nuevas profesiones digitales han obligado a las universidades a replantear sus planes de estudio. Para Riveros, la actualización de los currículums es el tema de fondo. 

“Hoy debemos preguntarnos qué enseñamos a un ingeniero y qué tendremos que enseñarle mañana cuando todo cambie. Lo mismo pasa con los médicos, que ahora deben estar formados en el uso de tecnologías que antes no existían”, apunta Riveros.

Este cambio también se traduce en una reducción de la duración de las carreras y una apuesta por la especialización. “Estamos en la era de las microcredenciales. Hoy ya no basta con decir que alguien es ingeniero en ciencia de datos, sino que debe especificar en qué área aplica esa ciencia. Lo mismo sucede con la medicina, donde las especialidades y subespecialidades marcan la diferencia”, agrega.

El desafío de la inteligencia artificial en las aulas

La inteligencia artificial (IA) es otro factor que está redefiniendo la enseñanza. Según datos compartidos en el foro, el 80% de los estudiantes ya utiliza herramientas de IA para sus tareas académicas, mientras que solo el 20% de los docentes lo hace, y muchas veces con reticencia.

“Ahí hay un gran reto. Las generaciones jóvenes acceden a la inteligencia artificial de manera muy expedita, mientras que a los académicos con años de experiencia les cuesta adaptarse. Lo que necesitamos es que los docentes dialoguen con la IA, la usen como un complemento para entregar contenidos más integrados y actualizados”, señala Riveros.

Para él, la IA no reemplazará al profesor, pero sí exige una actualización constante. “La inteligencia artificial no puede enseñar ética, y esa sigue siendo una misión irremplazable de la universidad. Lo que debemos hacer es entrenar a los docentes para que aprovechen estas herramientas y las integren en su enseñanza”, añade.

El perfil del académico universitario también ha cambiado. “Hoy día, el profesional universitario necesita seguir estudiando, especializarse. Hay que demostrar dónde estudió su especialidad o qué experiencia profesional tiene”, enfatiza.

Esta necesidad de formación continua implica inversiones tanto por parte del docente como de la universidad. Invertir en la formación de académicos tiene costos asociados, pero es esencial para mantener la calidad educativa y responder a los desafíos del cambio tecnológico.

Innovación y sostenibilidad en la educación

Para el presidente de la RAUI América, la innovación es clave para asegurar la sostenibilidad de los sistemas universitarios en Latinoamérica. “Las universidades deben innovar no solo en programas, sino en la forma de hacer las cosas. Necesitamos aprender de experiencias internacionales y adaptarlas a nuestras realidades, para hacer crecer y sostener nuestros proyectos académicos”, señala.

Destaca, también, la importancia de una gestión universitaria eficiente y transparente: “En nuestra red buscamos imitar las buenas prácticas en la administración de recursos, porque las universidades del pasado tenían fama de dilapidar recursos. Hoy, cada inversión debe estar pensada para dar frutos en cinco o siete años”, puntualiza.

Hacia una educación más conectada con la sociedad

El sistema educativo latinoamericano enfrenta el reto de formar profesionales que respondan a las necesidades reales del mercado y de la sociedad. Para Riveros, esto requiere una conexión más fuerte entre universidades, empresas, gobiernos y comunidades.

“Lo principal es el tema académico, pero los recursos materiales y la innovación administrativa están al servicio de esos objetivos. Tenemos que preguntarnos permanentemente cómo hacer sostenible lo que estamos obteniendo hoy y cómo innovar para crecer”, reflexiona.

Riveros está convencido de que el futuro de la educación superior pasa por una colaboración activa entre la academia y la tecnología. 

“El cambio tecnológico es inevitable y positivo, pero debemos gestionarlo con inteligencia. La universidad debe ser un espacio que forme no sólo profesionales competentes, sino ciudadanos críticos, éticos y capaces de adaptarse al cambio”, concluye.

 

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