Frente a una realidad marcada por la hiperconectividad, la velocidad y la incertidumbre, la generación Z está transformando sus maneras de vincularse. Nacidos entre mediados de los 90 y 2010, estos jóvenes no solo crecieron con un smartphone en la mano, sino también con una mayor exposición a crisis globales, lo que moldeó de forma profunda su manera de vincularse, priorizando la autenticidad, el bienestar emocional y una nueva lógica de vínculos interpersonales.
“La generación Z no es una generación en transición. Está redefiniendo valores, formas de vincularse y maneras de entender el éxito”, afirma Renato Alama Madrid, docente de la carrera de Psicología de la Universidad Franz Tamayo, Unifranz.
Para este experto, no se trata solo de cambios superficiales en cómo se comunican, sino de una transformación cultural profunda que afecta desde las relaciones amorosas hasta los lazos familiares, laborales y de amistad.
Un estudio realizado por Ingka Centres, una firma global que crea lugares de encuentro para que la gente se conecte, se relaje, coma, compre y juegue, da cuenta que el 66% de los jóvenes de esta generación prefiere las reuniones físicas a las virtuales.
Motores del cambio
Los cambios en los hábitos de relacionamiento de la generación Z tienen una raíz clara: el entorno tecnológico en el que se desarrollaron. Esta generación ha crecido en un ecosistema marcado por las redes sociales, la sobreinformación y la digitalización de casi todas las interacciones cotidianas.
“Las plataformas digitales han convertido lo inmediato en norma. La generación Z se comunica constantemente, pero muchas veces de forma fragmentada, lo que puede dificultar la construcción de vínculos profundos y sostenidos”, explica Alama.
La constante necesidad de estar conectados digitalmente creó una paradoja; a pesar de su hiperconectividad, muchos jóvenes se sienten solos o con dificultades para establecer relaciones significativas cara a cara.
Además, los algoritmos y la viralización de contenidos ya generaron nuevas reglas no escritas de interacción. “Hoy, provocar un accidente vehicular bajo efectos del alcohol puede volverse viral en cuestión de minutos, lo que lleva a que muchos jóvenes prefieran mantener el control sobre su imagen y evitar situaciones de exposición no deseada”, señala el psicólogo.
Explorar las complejidades de la mente humana, así como entender el motivo detrás de nuestras acciones y ayudar a mejorar la calidad de vida de las personas, es una de las pasiones de los profesionales que se forman en la carrera de Psicología de Unifranz.
Relaciones más horizontales, menos jerárquicas
Uno de los aspectos más notorios en el cambio de hábitos de esta generación es su forma de construir relaciones más horizontales. Las dinámicas tradicionales basadas en estructuras jerárquicas están siendo reemplazadas por modelos más igualitarios y colaborativos. Esto se refleja tanto en el ámbito familiar como en el laboral y educativo.
“La generación Z prioriza la autenticidad y la inclusión. No buscan encajar en moldes, sino crear espacios donde puedan expresarse libremente y ser escuchados sin juicio”, indica Alama. Esto también se traduce en una mayor apertura emocional, hablan sobre sus emociones, buscan terapia psicológica con más naturalidad y están atentos al impacto de las relaciones en su salud mental.
No obstante, esa búsqueda de vínculos genuinos también convive con altos niveles de ansiedad y autocrítica. El docente universitario de Unifranz asegura que ésta es una generación con mucha presión interna y externa, porque “sienten que deben tenerlo todo claro a una edad muy temprana, lo que les genera angustia y, a veces, temor al rechazo”.
De la superficialidad al encuentro cara a cara
Aunque se han desarrollado en un entorno digital, cada vez más jóvenes de esta generación están valorando los espacios físicos de encuentro, donde puedan compartir experiencias sin filtros ni ediciones. La tendencia apunta hacia un “retorno a lo real”: relaciones más conscientes, encuentros presenciales y actividades que promuevan el bienestar integral.
“Una parte significativa de la generación Z prioriza el bienestar emocional, busca terapia y prefiere relaciones menos superficiales. No es una tendencia homogénea, pero sí creciente”, destaca el docente de Unifranz.
Además, se observa un cambio significativo en sus elecciones de estilo de vida. Un ejemplo claro es la reducción en el consumo de alcohol. “Muchos jóvenes prefieren experiencias sobrias, más saludables y con mayor control de su entorno. No solo por salud física, sino por cuidado de su imagen y bienestar emocional”, explica Alama Madrid.
Consciencia, autocuidado y nuevas formas de éxito
A diferencia de generaciones anteriores, los jóvenes de la generación Z no persiguen únicamente el éxito material o profesional como meta. Para ellos, tener un propósito, cuidar su salud mental y mantener relaciones saludables es igual —o más— importante que alcanzar logros tradicionales.
“La generación Z está abriendo el camino a una forma más consciente, emocional y auténtica de vivir. Aunque enfrentan muchos desafíos, también nos están enseñando que el bienestar integral debe ser parte esencial de nuestra vida cotidiana”, reflexiona Alama.
Esta transformación en los hábitos de relacionamiento no solo responde a una evolución generacional, sino a una necesidad colectiva de reconstruir los vínculos desde la empatía, la escucha activa y la libertad emocional. En un contexto global incierto, la generación Z está marcando el rumbo hacia nuevas formas de convivir, comunicarse y conectar, donde el respeto por uno mismo y por el otro se vuelve la base de toda relación.