Sin en mejor coche no hay paraíso, ese es el resumen de la temporada de Lewis Hamilton en Ferrari y de las dos anteriores en Mercedes, donde sin tener el mejor monoplaza de largo, los títulos y las grandes actuaciones quedan muy lejos, como suele ser ley desde siempre en la F1.
Lewis, sin embargo, salió de la qualy en Las Vegas último en la parrilla, tras desperdiciar todas las vueltas bajo el agua en iguales condiciones que su rivales, terribles, por otro lado. Le puede pasar a cualquiera, lo que no se puede es justificar el resultado con gimoteos y lamentos y sin explicaciones.
Comparecía serio en el corralito de las televisiones y no asumió ninguna responsabilidad en lo sucedido. “Es la historia de mi vida. Estaba bien en el Libre 3, me sentía bien… Intentaré hacer lo mejor que pueda desde allí. Mañana será sobre seco, será mejor. Mañana, quién sabe, intentaré hacer lo mejor posible para remontar lo que pueda. Parece que la historia de mi vida es remontar”, decía con gesto ausente.
Habrá que recordarle que la historia de su vida es haber tenido el mejor coche de la parrilla en 2007 y 2008 en 2014, 2015, 2016, 2017, 2018, 2019, 2020 e incluso 2021, cuando fue batido por Max Verstappen. Y con esos diez coches mejores de largo que el de sus rivales, ha logrado el récord de siete títulos Mundiales, pero se dejó otros tres.
Suyos son todos los récords de la F1 y no remontando precisamente. Esa es su corta vida de rojo, donde Leclerc le aventaja en 66 puntos y en 7-0 en podios de domingo. Y remontará de nuevo, porque en la carrera de Las Vegas tiene un coche con ritmo para ganar, pero la lluvia llegó en el peor momento.