En un escenario donde el talento y la dedicación son esenciales para alcanzar metas profesionales, existe una barrera invisible que puede frenar incluso a los colaboradores más capaces: el síndrome del impostor. Este fenómeno, que genera la sensación de no merecer los logros obtenidos, se ha vuelto cada vez más frecuente en los entornos laborales, afectando el bienestar emocional y el rendimiento de equipos completos.
En el marco de la cuarta Feria de Empleabilidad de la Universidad Franz Tamayo, Unifranz, la gerente general de BM Group, Mónica Dupleich, abordó este tema como disertante invitada, compartiendo su experiencia y ofreciendo claves para detectarlo y gestionarlo.
“El síndrome del impostor se presenta cuando no te sientes merecedor del éxito que has conseguido o del logro alcanzado. Es ese momento en el que deberías disfrutar y, en lugar de hacerlo, dudas de ti mismo, pensando que tal vez otra persona debía recibir el reconocimiento”, explicó Dupleich.
Un obstáculo silencioso en la vida profesional
Aunque suele asociarse con falta de confianza, el síndrome del impostor es más profundo. Según Dupleich, no discrimina entre sectores, cargos o niveles de experiencia: puede afectar tanto a un joven en su primer empleo como a un líder con décadas de trayectoria.
“Todos estamos expuestos, en mayor o menor medida. Trabajamos por metas y muchas veces no nos damos el permiso de disfrutarlas. Las redes sociales, los modelos irreales y los estereotipos nos pueden llevar a pensar que no somos suficientes, pese a los resultados alcanzados”, señaló.
Este fenómeno se ve amplificado por un factor cultural: en muchas empresas no existe una práctica constante de reconocimiento laboral. La retroalimentación positiva no solo fortalece la autoestima del colaborador, sino que también contribuye a la productividad y al sentido de pertenencia.
“No estamos acostumbrados ni a reconocernos ni a que nos reconozcan. Cuando hay un logro, el reconocimiento muchas veces no llega de forma adecuada o no incluye a todos los que participaron. La buena noticia es que esto se puede gestionar”, remarcó la experta.
El impacto del reconocimiento en los equipos
Dupleich destaca que una empresa que fomenta el reconocimiento mutuo no solo mejora el clima laboral, sino que también construye una cultura organizacional sólida, especialmente entre las generaciones más jóvenes que inician su trayectoria profesional.
“Marcamos la vida de las personas. Los primeros trabajos establecen hábitos y cultura. Enseñar a reconocer y a reconocerse es clave. Si quieres lograr resultados, debes guiar a tu gente y darles feedback (retroalimentación) cuando lo están haciendo bien. Así saben que llegaron a la meta y pueden crecer”, explicó.
La especialista también advierte que la retroalimentación constructiva debe manejarse con cuidado. “No se trata de destruir, sino de construir con la persona. Incluso cuando hay áreas de oportunidad, el enfoque debe ser formativo”.
Un reto que trasciende generaciones
Aunque las nuevas generaciones parecen más vulnerables por la sobreexposición a redes sociales y a estándares irreales, Dupleich asegura que el síndrome del impostor puede afectar a cualquier persona.
“Le ha pasado a figuras como Albert Einstein o Shakira. La diferencia es que hoy estamos mucho más expuestos a la influencia global y eso intensifica el problema”, afirmó.
Más allá de las diferencias generacionales, la clave para superarlo radica en crear espacios de comunicación efectiva y fomentar la inteligencia emocional en el trabajo. Entender las motivaciones, intereses y aspiraciones de cada integrante del equipo permite construir puntos de cohesión y aprovechar las diferencias como un recurso, no como un obstáculo.
Las habilidades blandas como factor decisivo
En un mercado laboral cada vez más competitivo, las habilidades técnicas son necesarias, pero las habilidades blandas —comunicación, empatía o trabajo en equipo, entre otras— son las que marcan la diferencia.
“Hoy las habilidades blandas están a la par de las técnicas. Puedes tener todo el conocimiento, pero si no sabes cómo compartirlo, cómo construir con el otro, difícilmente alcanzarás el éxito”, subrayó Dupleich.
Para quienes lideran equipos, desarrollar estas competencias es indispensable. Respetar a las personas, mantenerlas en el centro de la estrategia y fomentar su desarrollo integral fortalece no solo al individuo, sino también a la organización.
“Si nos distraemos con los números y olvidamos que son las personas quienes los hacen posibles, perdemos el foco. Hay que trabajar en autodesarrollo y en cohesión de equipo para hablar el mismo idioma y avanzar juntos”, concluyó.
El síndrome del impostor en entornos laborales no es un signo de debilidad, sino una señal de que es momento de revisar la cultura organizacional y reforzar las prácticas de reconocimiento. Identificarlo y abordarlo no solo libera el potencial de cada trabajador, sino que también impulsa a las empresas hacia un crecimiento más humano, sostenible y exitoso.