Cómo la automedicación pone en peligro tu salud


La automedicación es una práctica cada vez más común, impulsada por la facilidad con la que se pueden adquirir medicamentos sin receta en el mercado. Aparentemente inocua, puede traer consigo serios riesgos para la salud de los pacientes. Desde intoxicaciones hasta la resistencia a los antibióticos, el consumo de medicamentos sin prescripción médica se ha convertido en un problema de salud pública.

“El paciente se expone a una cantidad de efectos no deseados e interacciones que podrían ser incompatibles con algunas otras sustancias que podría estar consumiendo”, alerta Daniel Pinto Mariaca, director de la Carrera de Bioquímica y Farmacia de la Universidad Franz Tamayo, Unifranz.

Pese a la existencia de normativas que regulan la venta de medicamentos, la comercialización libre de fármacos, muchos de ellos de contrabando, se ha expandido. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), más del 50% de los medicamentos en el mundo se recetan, dispensan o venden de manera inapropiada, fuera de los protocolos de bioseguridad.

Uno de los riesgos más graves es la automedicación con antibióticos. “Es importante que las personas no se automediquen con antibióticos, ya que cada vez es más la resistencia que tienen las bacterias frente a estas drogas, haciéndolas muy difíciles de tratar”, explica Miriam Rosmery Aguilar, docente de la carrera de Medicina de Unifranz. Esta resistencia reduce drásticamente la eficacia de los tratamientos, incrementando la gravedad de las infecciones.

El mal uso de antibióticos puede derivar en bacterias resistentes que, además, transmiten esa resistencia a otras personas. 

“El que se automedica nunca cumple un esquema completo del tratamiento con antibióticos y permite que la bacteria desarrolle una resistencia que puede ser heredada”, señala Aguilar.

Este fenómeno preocupa a escala global. La Organización de las Naciones Unidas (ONU) y el Banco Mundial (BM) alertaron que la farmacorresistencia fue responsable de entre 1 y 1,5 millones de muertes en 2022 y que, si no se toman medidas urgentes, esta cifra podría escalar hasta los 10 millones de fallecimientos en 2050.

Pero el uso incorrecto de medicamentos no se limita a los antibióticos. Los antiinflamatorios no esteroideos también representan un riesgo. Su uso excesivo puede provocar gastritis, hemorragias digestivas y otros efectos secundarios peligrosos. 

“Muchos pacientes recurren a medicamentos que no les han sido prescritos por un médico, lo que puede poner en riesgo su salud”, sostiene Pinto.

Además de los efectos secundarios físicos, la automedicación puede enmascarar enfermedades subyacentes. Al eliminar temporalmente los síntomas, los medicamentos pueden dificultar un diagnóstico correcto y retrasar un tratamiento adecuado, agravando el cuadro clínico.

En Bolivia, otro factor de preocupación es la disponibilidad de medicamentos sin control. 

“Uno puede ir a cualquier centro de expendio y comprar una variedad de analgésicos o antimicrobianos que deberían ser regulados debido a que pueden provocar multirresistencia y otros efectos de tolerancia”, puntualiza Pinto.

Otro aspecto crítico es la dosificación incorrecta. Cada medicamento tiene una dosis específica que depende del peso, edad y condición del paciente. La automedicación sin esa información puede llevar a sobredosis o subdosificación, con consecuencias como la ineficacia del tratamiento o daño a órganos vitales.

Las interacciones medicamentosas son otro peligro latente. Algunos fármacos pueden inactivar o potenciar el efecto de otros, provocando intoxicaciones, reacciones adversas o incluso la muerte. Esto es especialmente crítico en pacientes con enfermedades crónicas o que ya están bajo tratamiento médico.

La OPS define la automedicación como “un comportamiento individual de consumo, consistente en la autoadministración o administración a otros individuos de medicamentos por fuera de la prescripción”. Este comportamiento, aunque busca el autocuidado, con frecuencia se transforma en un acto riesgoso.

La dependencia a ciertos fármacos, especialmente analgésicos y somníferos, es también una consecuencia preocupante de la automedicación. El uso frecuente e incontrolado puede llevar a una tolerancia creciente, necesidad de dosis más altas y, eventualmente, adicción.

Finalmente, Pinto remarca que la correcta administración de medicamentos implica evaluaciones clínicas, pruebas laboratoriales y un seguimiento terapéutico. “La manipulación de medicamentos requiere de controles de calidad”, señala, y lamenta que en Bolivia estos programas aún están en desarrollo.

La automedicación puede parecer una solución conveniente, pero esconde un conjunto de amenazas silenciosas que pueden comprometer la salud individual y colectiva. Consultar con profesionales médicos y respetar las prescripciones es fundamental para evitar complicaciones y garantizar tratamientos seguros y eficaces.

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