En un contexto donde los tribunales ordinarios están saturados de causas y los procesos pueden tardar años en resolverse, el arbitraje emerge como una vía efectiva para solucionar conflictos de manera ágil, especializada y confidencial. Este mecanismo, basado en la voluntad de las partes, permite resolver disputas sin recurrir a la justicia tradicional, a través de árbitros especializados que dictan un laudo de cumplimiento obligatorio.
“El arbitraje se basa fundamentalmente en la voluntad de las partes, expresada en un acuerdo o cláusula arbitral incluida en los contratos. Este acuerdo permite que las controversias sean resueltas por árbitros, personas privadas especializadas, en lugar de un juez ordinario”, explica Santiago Nishizawa, abogado corporativo y socio del bufete Aguirre Quintanilla Soria Nishizawa, quien participó en el Moot de Arbitraje organizado por la Universidad Franz Tamayo, Unifranz y la Cámara de Industria, Comercio y Servicios de Cochabamba (ICAM).
Nishizawa participó en este evento académico subrayando la importancia del arbitraje como un método alternativo que aporta certezas en un escenario global cada vez más complejo. A diferencia de la justicia ordinaria, destaca, los procesos arbitrales ofrecen flexibilidad y rapidez.
“Los tribunales judiciales están sobrecargados, mientras que en el arbitraje los calendarios se fijan de común acuerdo entre las partes y el tribunal, lo que permite avanzar con mayor celeridad”.
El experto resalta, además, la ventaja de la especialización. “A diferencia de un juez que debe atender una amplia gama de asuntos, los árbitros suelen ser expertos en sectores específicos, como el bancario, el energético o el comercial. Esto garantiza una resolución más informada y precisa de los conflictos”, añade Nishizawa.
Qué es el arbitraje y en qué casos se aplica
El arbitraje, normado en Bolivia por la Ley 708, se diferencia de otros mecanismos como la conciliación. Mientras esta última busca que las partes lleguen a un acuerdo voluntario con la mediación de un tercero, el arbitraje supone la designación de uno o más árbitros que emiten una decisión obligatoria.
En palabras de Igor Vucsanovich, árbitro del Centro de Conciliación y Arbitraje de la Cámara Nacional de Comercio (CAC), “el arbitraje y la conciliación son métodos aislados de resolución de controversias. Sirven para resolver disputas comerciales sin tener que acudir a instancias judiciales. Eso les da a las partes costos preestablecidos y tiempos mucho más cortos, que no pasan de un año en promedio”.
Esta diferencia resulta clave para las empresas, pues en conflictos relacionados con contratos, prestación de servicios o reparto de dividendos, un arbitraje ofrece una salida que combina certeza jurídica y eficiencia. Además, ambos procesos son confidenciales por ley, salvo que las partes decidan hacerlos públicos, lo cual constituye una ventaja frente a la exposición de la justicia ordinaria.
La relevancia del arbitraje se refleja también en escenarios internacionales. Un ejemplo reciente es el proceso entre la petrolera Shell y el Estado boliviano, iniciado en el marco de un arbitraje internacional. Este caso puso nuevamente sobre la mesa la importancia de contar con mecanismos especializados y transparentes que permitan dirimir disputas entre corporaciones y gobiernos.
“La fortaleza del arbitraje radica en su capacidad de dar certeza a ambas partes, incluso en conflictos de gran escala que involucran a estados y transnacionales”, sostiene Nishizawa.
Modalidades y características del arbitraje
Existen distintas modalidades de arbitraje. Por un lado, los administrados por instituciones especializadas, como CAINCO o la Cámara Nacional de Comercio, que ofrecen listas de árbitros calificados y reglamentos claros.
“Estas instituciones tienen estándares rigurosos para la selección de árbitros, quienes pasan por procesos de evaluación que garantizan su idoneidad y profesionalismo”, detalla Nishizawa.
Por otro lado, está el arbitraje ad hoc, que brinda más flexibilidad al permitir que las partes definan libremente las reglas del proceso. Sin embargo, como advierte el abogado, “esta modalidad exige cooperación y experiencia, ya que sin un marco institucional pueden surgir complicaciones”.
Entre las ventajas más destacadas se encuentran la confidencialidad y la flexibilidad procesal. Además, los árbitros no necesariamente provienen del ámbito jurídico: pueden ser ingenieros, auditores o especialistas técnicos, lo que enriquece la resolución del caso. Según Vucsanovich, esto permite que la decisión esté “lo más apegada posible a la realidad de las partes”.
Desafíos y perspectivas
Si bien el arbitraje ofrece rapidez y especialización, no está libre de retos. Nishizawa señala la “judicialización del arbitraje”, cuando una de las partes acude a los tribunales ordinarios para intentar anular un laudo.
“Es crucial que el control judicial se limite estrictamente a los casos de violación de derechos fundamentales, para preservar la esencia del arbitraje como mecanismo eficiente”, advierte.
Aun así, la tendencia es creciente. El CAC atiende en promedio 27 a 28 procesos arbitrales por año y se espera que estas cifras aumenten, dada la preferencia de las empresas por mecanismos más expeditos que los juicios ordinarios.
El arbitraje se consolida como una herramienta esencial en la resolución de controversias, ofreciendo ventajas como la especialización, la rapidez, la confidencialidad y la flexibilidad.
“El arbitraje no contempla impugnaciones o apelaciones de segunda instancia, lo que refuerza su carácter definitivo y su capacidad de proporcionar certeza a las partes”, concluye Nishizawa.