La Bolivia del futuro: pensar un país post-extractivista


Bolivia enfrenta un momento decisivo de su historia. Durante décadas, la economía nacional ha dependido de los ciclos de los recursos naturales: primero el estaño, luego el gas y ahora el imaginario colectivo deposita sus esperanzas en el litio. Sin embargo, insistir en un modelo extractivista puede condenar al país a repetir errores del pasado. 

Daniel Agramont Lechín, coordinador de proyectos en la Fundación Friedrich Ebert Stiftung en Bolivia (FES), plantea la necesidad urgente de imaginar una Bolivia que supere la dependencia de las materias primas y se proyecte hacia un desarrollo más creativo, sostenible y productivo.

“Ese es el mayor problema para Bolivia: haber dependido siempre de productos básicos y no habernos dado la molestia de pensar en la agenda del desarrollo productivo”, afirma Agramont, quien tuvo a su cargo la presentación del libro La Bolivia del Futuro: generación de ingreso y valor post-extractivistas, en el marco del III Foro Internacional de Economía Creativa, organizado por la Universidad Franz Tamayo, Unifranz, en la ciudad de El Alto. 

El experto reconoce que en los últimos 50 años existieron intentos de diversificación, pero esos esfuerzos se diluyeron cada vez que los precios internacionales de minerales o hidrocarburos repuntaron. El gas natural fue el último gran motor económico, pero el país no invirtió lo suficiente en garantizar su sostenibilidad. “En el imaginario colectivo la gente quiere el litio. Es muy dura la realidad de aceptar que ‘se nos acabó el gas’”, puntualiza.

Agramont advierte que el litio todavía no constituye una alternativa sólida. “Estamos exportando un poco desde una planta piloto; no hemos comenzado la era del litio”. De ahí, insiste, la urgencia de una agenda productiva que vaya más allá de esperar otro ciclo de bonanza.

En la publicación se plantean alternativas frente al agotamiento del modelo extractivista y se analiza cómo la economía boliviana ha estado históricamente atada a los ciclos internacionales de los commodities. También se propone reorientar el desarrollo hacia sectores con mayor valor agregado y sostenibilidad, como el turismo, la agroindustria, la economía circular, la electromovilidad y las cadenas agroforestales. 

Una Bolivia post-extractivista

Para el economista, el horizonte debe estar en una Bolivia capaz de generar valor más allá de sus materias primas. “Nuestra visión es la generación de valor para una Bolivia post-extractivista”, explica. Eso implica apostar por la diversificación productiva, la innovación y el fortalecimiento de sectores como la economía creativa, la agroindustria y la transición energética.

Agramont alerta sobre la crisis energética que se avecina. “Muchos dicen que 2028 ‘vamos a tener que importar gas’. Yo digo, ‘no, imposible’. El gas nos daba dólares para todo lo demás. Ahora no hay dólares ni siquiera para gasolina y ¿de dónde vamos a sacar dólares para gas?”, reflexiona.

Este escenario obliga a acelerar los cambios estructurales y a tomar decisiones que sienten bases de largo plazo.

Finanzas verdes y transición energética

Una de las oportunidades está en aprovechar los recursos globales destinados a proyectos sostenibles. “Hay un montón de dinero verde circulando en el mundo y que nosotros no hemos accedido”, comenta Agramont.

La transición energética, añade, no significa abandonar de golpe el extractivismo, sino comenzar a dar pasos concretos hacia alternativas más sostenibles. “Nunca hemos dicho que el extractivismo se acaba y desde mañana somos verdes. Pero, ¿por qué no hemos dado los pasos? Es comenzar a dar pasos”, afirma.

En este camino, Bolivia puede apoyarse en su potencial hidroeléctrico. “La hidroeléctrica es apropiada, fácil de tener. Tenemos la geografía para esto. Puede generar más electricidad para la realidad boliviana”, explica.

La economía creativa como alternativa real

En este escenario de transición, la economía creativa se convierte en un pilar clave. Para Agramont, este sector ya genera empleo y mueve recursos importantes en el país, aunque no se le dé la relevancia necesaria. “La economía creativa en Bolivia ya está dando un montón de empleo y más bien lo que necesita es un poco de impulso para ser tomada más en serio”, asegura.

Lo paradójico es que, mientras la sociedad avanza de forma natural en actividades relacionadas con la creatividad, desde la política pública no se han generado condiciones para su desarrollo. 

“La gente desde abajo ya está en la economía creativa, pero nos da mucha pena que, desde arriba, desde política pública, no haya sido así. Si se toman políticas concretas puede crecer mucho más porque ya se da”, sostiene.

Construir el futuro desde hoy

El desafío es grande, pues se trata de diseñar un país que no vuelva a depender de un solo recurso y que pueda diversificar su matriz económica. Agramont considera que este proceso requiere decisiones valientes y rápidas. 

“Estamos obligados a pensar más rápido. Hay tres años como para evitar un colapso. Esperamos que se puedan hacer inversiones rápidas para sacar más gas pronto, mientras se siembran las semillas del desarrollo productivo”, sostiene.

Pensar en la Bolivia del futuro no es un ejercicio retórico, sino una urgencia histórica. Se trata de redefinir el rumbo hacia un país que, sin abandonar sus recursos naturales, logre poner en valor su talento, su creatividad y sus capacidades productivas. Solo así podrá dejar atrás la fragilidad de los ciclos extractivistas y construir un camino más sólido hacia la prosperidad.

 

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