En un contexto donde las universidades son actores clave en la formación de profesionales competentes y comprometidos con el progreso de sus países, la acreditación de la educación superior se convierte en un sello indispensable para garantizar calidad, competitividad y pertinencia social.
Así lo afirmó Lady Meléndez Rodríguez, presidenta del Consejo Nacional de Acreditación del Sistema Nacional de Acreditación de la Educación Superior de Costa Rica, quien participó como disertante en la VI versión del Foro Internacional de Innovación Educativa (FIIE 2025), organizado por la Universidad Franz Tamayo, Unifranz.
“Las universidades tenemos una misión muy importante: dar a la sociedad profesionales calificados que, además de cumplir con su disciplina, contribuyan al desarrollo humano del país. La acreditación ayuda a asegurar que estos profesionales van por ese camino, ya que los criterios y estándares de evaluación están dirigidos precisamente a garantizarlo”, señala Meléndez.
Un sello que abre fronteras
Para la experta, la acreditación no solo tiene un impacto interno, sino que proyecta al país hacia el mundo.
“Es un reconocimiento internacional de que un país ofrece profesionales de calidad, capaces de desempeñarse con competitividad en cualquier parte del mundo y con posibilidades de movilidad profesional”, afirma.
La acreditación se convierte así en una carta de presentación global, facilitando el reconocimiento de títulos, el intercambio académico y la inserción en mercados laborales internacionales.
Consultada sobre el papel de las políticas públicas, Meléndez enfatizó que la sostenibilidad de la calidad educativa no debe depender exclusivamente de los gobiernos.
“Las políticas públicas varían según los intereses y prioridades de cada administración. En cambio, las universidades mantienen su misión a largo plazo: entregar a los países los mejores profesionales, comprometidos con el desarrollo humano. Por eso, son más relevantes las políticas universitarias o de educación superior que las políticas públicas en sí”, explica.
Innovación en los modelos de acreditación
En el plano regional, Meléndez subrayó que los sistemas de evaluación y acreditación están evolucionando para alinearse con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS).
Uno de los grandes desafíos de América Latina es ampliar el acceso a la educación superior. “Tenemos un déficit importante respecto a los países más desarrollados en cuanto a la cobertura universitaria para jóvenes que egresan de secundaria. Debemos incrementar ese acceso y, al mismo tiempo, formar en valores y competencias blandas que vayan más allá del desempeño técnico”, indica.
La experta insiste en que un profesional de calidad no solo domina su campo, sino que también es un ciudadano responsable, solidario, consciente del medio ambiente, defensor de la democracia y de la paz.
Más que competir, crecer desde adentro
Meléndez hace hincapié en que la acreditación no debe reducirse a rankings ni a una competencia entre universidades. “La intención no es medir para competir, sino para que cada universidad se supere a sí misma, identificando sus oportunidades de mejora y creciendo junto a otras instituciones. El objetivo es que todas avancen y que, como resultado, cada país sea mejor en términos de desarrollo humano”.
Este enfoque fomenta una cultura de autoevaluación, donde la medición se convierte en una herramienta para el progreso colectivo y no en un instrumento de rivalidad.
El panorama en Latinoamérica
Según Meléndez, la mayoría de los países latinoamericanos cuentan con agencias propias de acreditación, lo que les permite conocerse internamente, detectar fortalezas y diseñar estrategias para superar debilidades.
Sin embargo, aún existen naciones que carecen de estas estructuras, lo que dificulta su capacidad de autoevaluación y de establecer mejoras sostenibles. “Los países sin agencias de acreditación se van quedando atrás. Es fundamental que desarrollen organismos autónomos, libres de presiones gubernamentales o sectoriales, para garantizar su permanencia y efectividad en el tiempo”, advierte.
La relación y cooperación entre agencias de diferentes países está impulsando la movilidad de estudiantes, docentes e investigadores, así como el reconocimiento regional de títulos y grados, elementos esenciales para fortalecer la integración académica en la región.
El mensaje de Lady Meléndez es claro. La acreditación no es un mero trámite administrativo, sino un compromiso profundo con la excelencia académica, la responsabilidad social y el desarrollo humano sostenible.
“Evaluar las fortalezas y oportunidades de mejora no es un fin en sí mismo, sino el camino para crecer como universidades, como países y como región”, finaliza la experta.