En Bolivia, un 74,1 % de los bebés recibe leche materna como alimentación exclusiva durante sus primeros seis meses de vida, según datos del Ministerio de Salud y Deportes. Sin embargo, pese a la cifra positiva, las barreras persisten.
Mitos culturales, falta de entornos laborales adecuados y políticas públicas insuficientes afectan la continuidad de la lactancia. Yesenia Méndez Añez, coordinadora y docente del Diplomado en Lactancia Materna de la Universidad Franz Tamayo, Unifranz, explica que las cifras son alentadoras, pero el reto está en garantizar que las madres reciban acompañamiento real y sostenido.
“Si bien se fortaleció la promoción, se desarrollaron normas de protección de la lactancia en los espacios laborales y se amplió la capacitación para acompañar a las madres, aún no hay suficientes profesionales de la salud disponibles para apoyar a las familias con dificultades en la lactancia. Esto ocasiona que persistan desafíos como la desinformación y la influencia de la industria de sucedáneos”, señala Méndez.
Avances y contradicciones
“La lactancia materna es fundamental para las familias en general”, afirma la profesional. Para el bebé, detalla, asegura una nutrición óptima, lo protege contra infecciones, fortalece el sistema inmune y favorece un mejor desarrollo cognitivo y emocional.
“Para la madre, reduce el riesgo de hemorragia posparto, cáncer de mama y ovario, diabetes tipo 2, y favorece la recuperación del peso. A nivel emocional, el contacto piel a piel y la cercanía fortalecen el vínculo afectivo madre–hijo, reducen la ansiedad y la depresión posparto, lo que contribuye al bienestar emocional de ambos”, sostiene.
De acuerdo con datos de la Encuesta de Demografía y Salud (EDSA 2023), el país registra una prevalencia de 74,1 % en lactancia materna exclusiva. La cifra subió en comparación con la EDSA 2016, cuando el dato era de 58,3 %.
Muestra del avance es la acreditación de 587 establecimientos de salud Amigos de la Madre y el Niño, que implementan prácticas recomendadas por la OMS y UNICEF. Algunas universidades y entidades públicas han instalado salas de lactancia, un espacio fundamental para estudiantes y trabajadoras que buscan mantener el vínculo con sus bebés.
Pero no todas las madres tienen el mismo acceso. La falta de licencias de maternidad más amplias, la inexistencia de salas en muchas instituciones y la persistencia de creencias sin sustento científico siguen siendo grandes limitantes.
La desinformación, una barrera persistente
Una de las principales barreras para la lactancia es la social y cultural. En determinados entornos persisten mitos y presiones familiares que desalientan el amamantamiento.
Uno de los mitos más frecuentes es que si la madre está enferma o triste no puede amamantar. Esto, explica Méndez, no siempre es cierto: “La mayoría de enfermedades permiten continuar con la lactancia y las dificultades emocionales no alteran la calidad de la leche materna”.
También suele creerse que, después de los seis meses de vida del bebé, la leche ya no es nutritiva. Esto es falso, pues la evidencia científica señala que sigue siendo altamente nutritiva y protectora incluso después de los dos años.
Otra creencia equivocada es que la lactancia “deforma” el cuerpo de la madre. En realidad, amamantar protege la salud materna y ayuda al retorno físico posparto.
“Otro mito es que los pechos pequeños no producen leche. Es falso: el tamaño de los senos no determina la producción, ya que depende de la glándula mamaria y no del tejido adiposo”, sostiene la especialista.
No solo es cultural
Las barreras no son únicamente culturales o sociales. También existen limitantes laborales, reflejadas en la falta de espacios adecuados y de tiempos para amamantar o extraer leche en los lugares de trabajo.
En el sistema de salud, persiste la necesidad de mayor formación del personal y de un acompañamiento respetuoso a las madres. A esto se suma la influencia de la industria de sucedáneos, que utiliza estrategias publicitarias agresivas y, muchas veces, desinformadas, que compiten con la lactancia natural.
“Superar estas barreras requiere políticas firmes de protección, educación continua a la población y espacios de formación para profesionales de la salud. También es clave la creación de entornos que apoyen a las madres para ejercer su derecho a amamantar”, afirma Méndez.
Formar profesionales especializados
Frente a estos retos, la academia emerge como motor de cambio. Con el Diplomado en Lactancia Materna, Unifranz ofrece una formación especializada que busca cerrar la brecha entre mito y ciencia.
Este diplomado, que en su primera versión inició en el Mes de la Lactancia, tiene como objetivo capacitar a profesionales de la salud para brindar acompañamiento efectivo a madres y familias. Además, promueve la investigación y la difusión científica, claves para combatir la desinformación.
Formar especialistas en lactancia no es solo un aporte académico: es una inversión en el futuro del país. Cada bebé amamantado de forma exclusiva representa menos enfermedades, menor gasto en salud y una sociedad más equitativa.