Comprar productos inexistentes a precios bajos, ser engañado con falsas ofertas laborales o invertir en criptomonedas que nunca llegan a existir. Estas son las tres estafas cibernéticas más comunes que circulan hoy en Bolivia y que están generando pérdidas económicas a cientos de personas. El internet se ha vuelto una extensión natural de nuestras vidas, pero no por ello es un entorno completamente seguro. Afortunadamente, muchas de sus amenazas pueden prevenirse con una formación básica en educación digital, precaución al navegar y, sobre todo, sentido común.
“Actualmente existen tecnologías capaces de generar réplicas digitales casi idénticas a una persona. Esto hace que la suplantación de identidad sea cada vez más difícil de identificar, ocurra con mayor frecuencia y utilice métodos más avanzados, lo que representa un gran reto para los expertos en ciberseguridad”, explica Marcelo Pacheco, director de la carrera de Ingeniería de Sistemas en la Universidad Franz Tamayo, Unifranz.
La División de Cibercrimen de la FELCC de La Paz identificó que los fraudes digitales más reportados están relacionados con la compra de insumos de primera necesidad, ofertas de empleo falsas y ventas fraudulentas de criptomonedas. El jefe de esta división, Boris Mendoza, informó que entre dos a tres denuncias por día se registran sólo en la sede de gobierno. En muchos casos, las víctimas pierden su dinero sin posibilidad de recuperarlo, y no siempre denuncian los hechos. “Varios se resignan y dejan sus casos”, lamentó el jefe policial.
Estafa con productos de primera necesidad
En un contexto de inflación y aumento constante de precios, los ciberdelincuentes han encontrado una oportunidad para aprovecharse de la necesidad de la población. Ofrecen productos básicos como arroz, azúcar, aceite o incluso diésel y ganado a través de redes sociales o aplicaciones de mensajería como WhatsApp. Los precios bajos y el sentido de urgencia impulsan a las víctimas a realizar pagos por adelantado mediante códigos QR. El resultado: el producto nunca llega y el vendedor desaparece.
Un caso reciente involucró a un hombre del altiplano que transfirió 10 mil dólares por la supuesta compra de ganado. Al completarse la transacción, el estafador nunca volvió a responder.
Ofertas laborales falsas
El desempleo y la búsqueda constante de nuevas oportunidades laborales también han sido aprovechadas por bandas criminales digitales. Estas falsas ofertas se publican en Facebook, TikTok o llegan directamente por WhatsApp. Una vez que el interesado envía su currículum vitae, los ciberdelincuentes obtienen datos personales clave, incluidos correos electrónicos y números de contacto asociados a redes sociales.
Con esta información, los criminales pueden bloquear cuentas y suplantar identidades. A menudo se hacen pasar por la víctima y se comunican con sus familiares para pedirles dinero, alegando situaciones de emergencia. En otros casos, llaman directamente a la persona estafada, asegurándole que ha sido seleccionada para un trabajo, pero que debe pagar una reserva para no perder el puesto. Las “reservas” suelen oscilar entre 1.000 y 2.000 bolivianos.
Criptomonedas fantasma
El auge de las criptomonedas y el desconocimiento generalizado sobre su funcionamiento han abierto el camino para una estafa sofisticada. Los delincuentes comparten enlaces o páginas falsas que simulan ser plataformas legítimas de inversión en criptoactivos. Una vez que la víctima realiza el pago inicial, generalmente a través de QR, es bloqueada inmediatamente. “Incluso crean plataformas falsas que parecen reales, similares a la de Bitcoin”, explicó Mendoza.
¿Cómo protegernos?
Para Marcelo Pacheco, la educación digital y la capacitación continua son la mejor defensa contra estas amenazas. “La prevención será la mejor arma contra los ciberdelincuentes. Las empresas y los usuarios deben capacitarse en buenas prácticas digitales y contar con protocolos claros de seguridad”, afirmó.
Esto aplica no sólo para organizaciones, sino también para ciudadanos comunes que utilizan a diario redes sociales, plataformas de compra y mensajería.
Aquí algunas medidas clave para protegerse de estas estafas:
Verifica antes de pagar
Nunca realices pagos anticipados por productos o servicios sin verificar la identidad del vendedor. Busca reseñas, verifica si tiene número de NIT, dirección comercial o una página web oficial.
Duda de las ofertas demasiado buenas
Precios bajos excesivos, urgencia para concretar pagos y falta de información clara son señales de alerta. Si algo suena demasiado bueno para ser verdad, probablemente no lo sea.
Protege tus datos personales
No compartas tu currículum vitae, número de carnet o información bancaria con desconocidos. Usa contraseñas seguras, activa la verificación en dos pasos y evita usar la misma clave en múltiples plataformas.
Evita hacer clic en enlaces sospechosos
Muchos fraudes inician con un simple clic. Si recibes enlaces de desconocidos, evítalos. Asegúrate de que las plataformas que visitas sean seguras y estén certificadas (https:// y candado en la barra de navegación).
Capacítate y capacita a otros
Enseña a tu entorno familiar y laboral sobre los riesgos del ciberespacio. Cuanto más conscientes seamos, menos vulnerables seremos. Como señala Pacheco, “incluso los padres de familia deben involucrarse activamente, porque los menores también son blanco fácil de engaños”.
Ciberdelincuencia profesionalizada
Contrario a la creencia común, los estafadores digitales no son improvisados. Según la FELCC, se trata de bandas organizadas, algunas con conocimientos en ingeniería, malware y programación, que incluso operan desde el extranjero.
En Bolivia, tienen cómplices locales que ayudan a generar códigos QR o hacer contacto inicial con las víctimas.
El reto de vivir seguros en línea
El crecimiento del internet trae consigo posibilidades, pero también peligros. Por eso, la ciberseguridad debe dejar de ser un tema exclusivo de expertos y convertirse en una práctica ciudadana, como aprender a cruzar la calle o cerrar la puerta con llave. La prevención, la desconfianza saludable y la formación continua son herramientas al alcance de todos.
“Las amenazas cibernéticas no desaparecerán, pero podemos reducir nuestro riesgo si nos informamos, actualizamos nuestras prácticas y asumimos con seriedad la responsabilidad de protegernos”, concluye Pacheco.