Metacognición: 8 técnicas para autorregular nuestros procesos de aprendizaje


El aprendizaje es un proceso que nunca se detiene, todos los días aprendemos algo o una nueva habilidad que se conecta con la ‘nube’ de datos que tenemos en la mente. Sin embargo, no muchas veces reflexionamos sobre cómo aprendemos o por qué aprendemos, en este contexto, la metacognición emerge como una herramienta poderosa para aquellos que desean maximizar su potencial.

“La metacognición se refiere a la capacidad de los individuos para reflexionar sobre sus propios procesos de pensamiento. Esto implica ser conscientes de cómo aprendemos, monitoreamos y regulamos nuestro propio aprendizaje y tomamos decisiones informadas sobre cómo abordar tareas o problemas de manera más efectiva”, explica Pablo Llano, de la Jefatura de Enseñanza Aprendizaje (JEA) de la Universidad Franz Tamayo, Unifranz.

En términos prácticos, la metacognición permite a los estudiantes planificar, supervisar y evaluar su comprensión y desempeño. Por ejemplo, un estudiante que utiliza estrategias metacognitivas puede identificar cuándo no entiende un concepto y buscar activamente formas de mejorar su comprensión, como revisar materiales adicionales o pedir ayuda.

“Por esta razón, es importante capacitar a los estudiantes para que sean aprendices autónomos y responsables de su propio proceso de aprendizaje. Aprenden a identificar, evaluar y utilizar recursos de manera efectiva para adquirir conocimientos y resolver problemas, lo que les permite seguir aprendiendo a lo largo de la vida”, expresa el experto.

Es decir, la metacognición supone reflexionar sobre el propio aprendizaje, pensar sobre el pensamiento, traspasar el aprendizaje memorístico y buscar la comprensión, aprender a aprender y aprender a pensar.

Técnicas para aplicar la metacognición 

De acuerdo con la Guía sobre la Metacognición, elaborada por la fundación Education Endowment Foundation (EEF), estas son las ocho técnicas de metacognición que los docentes y estudiantes pueden aplicar en las aulas.

  1. Autoevaluación

Consiste en reflexionar sobre lo que ya se sabe y lo que se necesita aprender. Esta técnica permite identificar fortalezas y debilidades. 

Ejemplo: antes de comenzar a estudiar, se puede hacer una lista de lo que se cree saber sobre el tema. Después de estudiar, se revisa la lista y se compara con lo aprendido. Esto ayuda a evaluar la comprensión y a identificar áreas que necesitan más atención.

  1. Autocuestionamiento 

Hacerse preguntas antes, durante y después de estudiar para asegurarse de que se entiende el material y se puede aplicar. 

Ejemplo: mientras se estudia, es útil preguntarse. “¿Qué es lo más importante de este tema?” y “¿Cómo se puede aplicar esta información en la práctica?” Después de estudiar, se revisan las respuestas y se ajusta el enfoque según sea necesario.

  1. Diarios de aprendizaje 

Mantener un registro escrito de los pensamientos, preguntas y reflexiones sobre el aprendizaje diario. 

Ejemplo: dedicar unos minutos al final de cada sesión de estudio para escribir en un diario lo que se aprendió, las preguntas que surgieron y las estrategias que funcionaron mejor.

  1. Planificación 

Establecer metas claras y planificar estrategias para alcanzar los objetivos. Esto incluye dividir tareas grandes en pasos más manejables. 

Ejemplo: al comienzo de cada semana, se pueden establecer metas específicas para lo que se desea lograr. Dividir las tareas en pasos pequeños y asignar tiempo para cada uno. Esto ayuda a mantenerse organizado y enfocado.

  1. Monitoreo del progreso 

Revisar y evaluar regularmente el progreso hacia las metas de aprendizaje. Ajustar las estrategias según sea necesario. 

Ejemplo: utilizar una tabla o una lista de verificación para hacer un seguimiento del progreso. Si no se avanza como se esperaba, ajustar las estrategias y dedicar más tiempo a las áreas problemáticas.

  1. Uso de organizadores gráficos 

Utilizar mapas mentales, diagramas de flujo y otros organizadores visuales para estructurar y comprender mejor la información. 

Ejemplo: al estudiar un nuevo tema, crear un mapa mental que visualice las relaciones entre los conceptos clave. Esto ayuda a organizar la información de manera coherente y a mejorar la comprensión.

  1. Técnicas de enseñanza 

Explicar el material a otra persona o enseñar el contenido. Esto refuerza la comprensión y permite identificar áreas que necesitan más atención. 

Ejemplo: encontrar un compañero de estudio o simplemente explicarse el material en voz alta. Enseñar el contenido obliga a pensar críticamente y a consolidar el conocimiento.

  1. Reflexión post-tarea 

Después de completar una tarea, reflexionar sobre qué estrategias funcionaron bien y cuáles podrían mejorarse para futuras actividades. 

Ejemplo: al finalizar una tarea, tomarse unos minutos para reflexionar sobre el proceso de trabajo. Preguntarse: “¿Qué se hizo bien?” “¿Qué podría hacerse mejor la próxima vez?” Utilizar esta información para ajustar los enfoques futuros.

Para Llano, la metacognición ayuda a los alumnos a ser autónomos en su aprendizaje y a mantener una actitud crítica sobre la información, sobre el conocimiento y sobre sus propias estrategias de aprendizaje. 

“Se fomenta un aprendizaje significativo, un aprendizaje en el que el por qué, el cómo y el para qué cobran sentido para los estudiantes. Se trata de ser conscientes de qué se quiere aprender, por qué, para qué, cómo, lo que nos va a costar, qué estrategias deberemos seguir para lograrlo y, una vez aprendido, poder evaluar y mejorar para futuros aprendizajes”, concluye Llano.

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