Tendría que ser algo normal, pero no lo es. Estamos ante un caso extraño porque el fútbol está montado como está montado. La normalidad de Kylian Mbappé asusta. Es otro nivel en el campo, pero también fuera de él y eso también cuenta. Que Jorge Valdano diga que no había conocido a un futbolista tan maduro e inteligente es mucho viniendo del argentino.
Kylian habla con una normalidad extraordinaria. Para empezar, llegó al Real Madrid hablando un español que ya querrían hasta algunos que son de aquí. Es una máxima muestra de respeto. Mbappé dice lo que siente y le da igual lo que tendría que decir. Por qué no va a defender a Lamine Yamal porque sea la estrella del Barcelona, si antes es futbolista y persona y era él cuando tenía 18 años. Por qué no va a olvidar lo que sintió y aprendió al lado de Leo Messi, mito del fútbol y del eterno rival del hoy su equipo, con el que soñaba cuando dormía rodeado de pósters de Cristiano Ronaldo. Por qué no va a explicar de forma tan sencilla por qué del Mónaco se fue al PSG y no al Madrid. Por qué no va a ser normal sin buscar la confrontación.
Mbappé explica todo con naturalidad, sin importarle lo que puedan pensar los tipos con bufanda. No pasa nada por hablar tan bien de Lamine o de Messi, después de tiempos en los que había que decir que el mejor de todos era el tuyo porque era el tuyo y no había debate.
Pocos pitos recibe Mbappé cuando juega fuera de casa. Da igual que sea el mejor del Real Madrid. Por algo será. Impone respeto porque se lo ha ganado. En el campo y fuera de él cuando habla con la normalidad que no sobra en el fútbol. Ser tan bueno y tan normal no es fácil. Al francés da igual de gusto verle que escucharle. En el Bernabéu han hecho el fichaje de la década.
